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13
Febrero 2000
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Cómo alcanzar la felicidad

Al bajar de la avioneta lo primero que hicieron fue bajarme los pantalones y comprobar, con una inspección visual muy completa, si mis genitales eran como los suyos. Ni que decir tiene que quienes eso hicieron fueron hombres. Y aun cuando yo no suelo –ni creo poder– presumir de desmesuras, la verdad es que por sus miradas y gestos comprendí que había salido aprobado de esa inspección. Y así fue como entré en el Paleolítico Inferior-Medio. Concretamente, me había jugado la vida recorriendo cientos de kilómetros por encima de la selva ecuatoriana meridional con una avioneta que, de hélice a cola, no medía más de cuatro metros y al aterrizar había retrocedido unos 20.000 años en el tiempo toda vez que el lugar de destino, al fin hallado, era una tribu amazónica que no conocía al hombre blanco. Y allí me encontré con que, al parecer, lo único que les preocupaba eran mis genitales.