
Parece imposible de creer pero la mayoría de la sociedad ignora aún, en pleno siglo XXI, que los fármacos, salvo contadas excepciones, no curan nada. Son solo remedios paliativos, sintomáticos, que ayudan al paciente a menguar los síntomas de su malestar pero no resuelven su problema de salud. E igualmente ignora que la inmensa mayoría de ellos puede aliviar síntomas –y ni siquiera siempre– pero a costa de crear nuevos problemas. Asimismo ignora que ingerir varios medicamentos a la vez puede ser muy peligroso, pudiendo incluso llevar a la muerte, algo que suele ocultarse. Evidentemente lo sabe quien se lee los prospectos o fichas técnicas de los medicamentos, pero hoy día eso solo lo hace una exigua minoría ya que el 99% de los pacientes delega esa responsabilidad en el médico que se los receta. Confían en su criterio porque suponen que los médicos están preparados para eso y ellos no… sin tener en cuenta que tal cosa es, sencillamente, imposible. Y es que no hay un solo médico en el mundo capaz de saberse de memoria los efectos adversos y las interacciones farmacológicas de los 13.000 medicamentos que actualmente se comercializan. Y no hay tampoco un solo médico que sea capaz de determinar en el corto espacio que hoy se dedica a un paciente, sin consultar bases de datos informatizadas, qué interacciones tienen los fármacos que recetan cuando son varios. De hecho, es irritante y descorazonador ver a tantas personas mayores en las farmacias recogiendo con sus recetas las 8, 9 o 10 medicinas que muchos ingieren a diario, convencidas de que eso les está ayudando. Pues bien, si todo esto es preocupante no lo es menos el hecho de que, aparte de las interacciones que existen entre muchos fármacos, también existen interacciones con los suplementos de vitaminas, minerales y aminoácidos, hierbas medicinales, e, incluso, muchos alimentos. Y de eso los médicos y enfermeros saben muy poco –por no decir nada– ya que no se les forma para ello en las facultades universitarias. Tal es la razón de que hayamos decidido elaborar un extenso reportaje recogiendo la información que hemos encontrado al respecto, en la confianza de que pueda ayudar tanto a los pacientes como a los médicos y enfermeros; confiamos en que al menos sirva de guía temporal hasta que este asunto se tome en serio por las autoridades sanitarias y se cree y apruebe un programa informático (obviamente contrastado y fiable) que les de esa información vital en segundos. El desarrollo de la inteligencia artificial lo permite y si nadie lo ha reclamado aún –con la adecuada urgencia que el asunto requiere– es porque a la industria farmacéutica no le interesa en absoluto ya que vería notablemente mermados sus beneficios, al ser obvio que los médicos recetarían muchos menos medicinas simultáneamente.