El señor de los saurios
Número 33 - Noviembre 2001
Tiempo de lectura: 3 minutos
La evolución humana –desde el cigoto hasta la muerte– sigue las pautas de la evolución de la vida: desde el primer barro calentado por el sol hasta nuestros días. Y ya fuera del agua –nacidos tras nueve meses de océano amniótico– iniciamos el rodaje de nuestro primer cerebro. Ese cerebro reptiliano que nos obliga a gatear y a abrir la boca en constante exigencia de alimento. Somos seres adormecidos con sólo dos impulsos básicos: comer y tratar de no ser comidos. Nuestra motivación vital es simplemente sobrevivir. En realidad, no es una motivación nuestra, es la vida la que busca sobrevivirse. Por eso a la exigencia del alimento sigue muy pronto la de procrear.

Este texto solo está disponible para suscriptores.






