Necesitamos reverde-ser
Número 32 - Octubre 2001
Tiempo de lectura: 5 minutos
Aquel día miraba sorprendido a ese carnívoro empedernido que vive en mi perro mientras comía brotes verdes de yerba fresca –como si de pronto una memoria ancestral de yerbatero vegetariano hubiera tomado posesión de su cuerpo– cuando su vómito y deposiciones me hicieron comprender que aquellas yerbas que había engullido casi intactas y ahora expulsaba de su interior formaban una fina red en la que había envueltas seguramente un montón de cosas indigestas, como parásitos y toxinas.

Este texto solo está disponible para suscriptores.