¿Una ciencia del corazón en el corazón de la ciencia?
Número 25 - Febrero 2001
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La década de los cincuenta supuso la comprensión de la importancia que tiene lo psicológico en la génesis de las enfermedades orgánicas, algo nuevo para la medicina moderna a pesar de que desde hacía siglos lo aceptaban todas las medicinas tradicionales del mundo. Y es que los grandes estudios sobre los factores de riesgo en la enfermedad coronaria revelaron la necesidad de incorporar a la ecuación de la enfermedad nuevos parámetros tradicionalmente negados por la medicina moderna. Ya no sólo el colesterol, el tabaco, la vida sedentaria o la herencia tenían relación con la génesis de la enfermedad coronaria: también pautas complejas de comportamiento catalogadas como patrones de personalidad se revelaban. Algunos rasgos de la personalidad como el sentimiento de hostilidad y la constante sensación de prisa interior se asocian a un significativo aumento del riesgo de infarto de miocardio. Al punto de que hoy sabemos gracias al trabajo pionero de Dean Ornish que los problemas coronarios pueden ser reversibles con un programa integrado de ejercicio, dieta y meditación. De hecho, las empresas de salud y las compañías aseguradoras empiezan a promover y financiar estos métodos porque representan una mejoría en la relación coste–beneficio aun cuando, como ha sido corriente en la historia de la ciencia, no encuentran igual eco entre los especialistas y las instituciones que obtienen sus ingresos de los procedimientos quirúrgicos a la hora de abordar la arterosclerosis coronaria.

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