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60
Abril 2004
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El viaje interior

 Ya estoy de regreso. Hace 11 días que dejé mi casa, mi mundo, mi realidad cotidiana para viajar por tercera vez a Egipto. He escrito en otras ocasiones que “un viaje siempre representa una oportunidad de cambio, un alto en el camino para reflexionar sobre lo que nos ha llevado hasta el punto en el que estamos y para intentar afrontar objetivos de futuro. Es, por tanto, un factor modificador de vida y un estímulo para que la psique despierte ante un nuevo entorno, nuevos desafíos y retos”. Y una vez más así ha sido. Ahora miro hacia atrás y me parece que ha transcurrido mucho más tiempo a pesar de que el calendario sigue insistiendo en que sólo han sido 11 días. He encendido una velita que parpadea nerviosa al lado de la pantalla del ordenador. Cerca se consume una barrita de incienso y junto al teclado humea una taza de té con miel muy caliente. Tengo la esperanza de que el hecho de rodearme de estos elementos que me son tan familiares, que forman parte de mi vida, del día a día, me ayudará a volver más rápidamente. Necesito conectarme otra vez con esta realidad pero sé que antes necesito colocar todas las piezas que se han amontonado en mi interior en los últimos días.